Cuando la vida de alguien querido se nos va y nos quedan tantos recuerdos bellos, tristes, de humildad, sabiduría, empuje, lucha, amor; quisieras expresarlo pero se hace tan difícil porque el sentimiento, el llanto inherente al dolor, sobre todo en las mujeres, son los primeros en asomarse y prefieres callar porque te quiebras.
Hoy volví a tener ese sentimiento. Murió una mujer, madre abnegada, sencilla, bregadora de su pueblo y mientras contemplaba las despedidas de sus hijos, dos jóvenes profesionales, con mucho dolor recordé un verso hermoso de algún artista que en alusión a su madre escribiera:
…tú no eres flor de vivero,
que ay! de tanto tratarla,
le han cambiado la fragancia y
han hecho de su artificio
símbolo de amor ficticio,
tú eres mi madre sencilla:
simbolizas el amor…
Si ellos lo supieran, no dudarían en versarlo, pensé.
Después que perdí a mi padre, analizo ahora, creo que sentí la necesidad de alejarme de mi tierra y mi gente, tanto que por lo menos en 10 años apenas tuve noticias y no la extrañé por alguna extraña razón que el destino nos juega. Llegó un momento en que me sentí de todas partes porque tuve la suerte de ser acogida en donde mis pies pisaban, siendo el nexo articulador la música y seguramente mi forma de ser. Pero todos vuelven, ya lo había dicho el querido Cesar Miró.
Cuando contraje matrimonio, estuve rodeada de muchos amigos que a cambio de El Danubio azul me hicieron bailar casarasiri en estudiantina, zampoñas y banda de Puno, yo feliz porque ese era uno de mis mundos. Pero cuando por la magia de mi madre, empezaron a llegar los amigos de infancia y adolescencia, se juntaron mis sentimientos de alegría y nostalgia y creo que esa noche volví de mi auto destierro y me amisté con mi tierra y mi gente.
Ya trabajando y habiendo vuelto físicamente a mi tierra, tuve la oportunidad de gestionar algunos proyectos para Cajatambo y con mi sensibilidad de género lo primero que hice fue congraciarme con las mujeres, con aquellas que aún incipientemente piensan que la organización es la base para el desarrollo, que entienden que se hace importante juntarse con pares cuyas necesidades son similares por lo tanto van a existir objetivos comunes que perseguir, de éste modo los cambios no sólo es individual si no colectivo.
De éste modo llegué primero, al Centro de Madres de Cajatambo, donde encontré a la mujer que hoy ha generado gran nostalgia en mi corazón y esta noche ha inspirado este relato, la Sra. Ida Olivares Jiménez, a quién encontré como presidenta de dicha organización y siendo socia y amiga de mi madre consideró que mi presencia era una oportunidad para ellas y yo consideré que era un buen momento para trabajar fortaleciendo las capacidades de la mujer de mi tierra.
Creo que no me equivoqué pese a los errores cometidos. Se dieron cambios significativos en la mentalidad de las mujeres de mi tierra y sus hijos. Ellas propiciaron que las mujeres de Astobamba, Utcas, Cajamarquilla y posteriormente las comunidades campesinas de estos últimos lugares se involucraran en el objetivo de generar ingresos a través de actividades productivas en base a los propios recursos con miras a mejorar su calidad de vida; se quería superar trabajando con dignidad esa pobreza sostenible que los gobiernos quieren mantener y esta mujer fue una de las artífices en ello.
Aún la recuerdo feliz, el día de la inauguración de su local, templada con un poco de bebida espirituosa propia del momento, hablar alentando a sus compañeras a continuar adelante: “…parecía que nunca lo lograríamos, un local tan grande provisto para varias cosas, es nuestro señoras!, fruto de un gran esfuerzo de todas, eso quiere decir que podemos hacer más cosas!…”.
Efectivamente, siguieron más cosas: los apiarios, la granja de cuyes, los talleres de telar, los molinos, otras casas comunales, los encuentros de mujeres, los talleres de aprendizaje que se fortalecieron con la presencia del padre Ezio. En todos ellos fue muy importante la presencia de esta señora, cuál hormiga trabajadora recorriendo La Florida -Tambo – Antay, barrios de mi tierra y en algunos momentos, Astobamba, Utcas, Cajamarquilla.
Casi 09 años, hasta 1999, trabajamos intentando que cada gobierno local comprendiera la importancia de promover desarrollo en el pueblo pero hasta ahora creo que todavía no entendemos la palabra desarrollo en esta parte del Perú. Por su liderazgo, doña Ida llegó a ser regidora que lamentablemente por el machismo no pudo llevar acabo algunos propósitos deseados pero fue muy consecuente con sus principios al momento de ejercer su cargo.
Posteriormente en el 2002, cuando algunos compromisos asumidos, te hacen querer llevar acabo compromisos mayores, me postulé candidata a la alcaldía de mi tierra, que mi honestidad y mi ética (algunos dicen inocencia y otros cojudez), no me permitieron ganar. Esta señora que me conocía me alentó abiertamente, ganándose los pleitos bajos urdido por gente enclenque, mezquina, temerosa, lacaya acostumbrada a vivir de los favores políticos. Ella creyó tanto en mí que sólo tenía toneladas de voluntad por sentar bases de cambio en mi tierra.
El año pasado, supe que la habían elegido madrina del Centro de Salud de mi tierra. Yo me sentí feliz, “alguien que lucha por mejorar su calidad de vida y promueve el de otros, se lo merece”, pensé aunque alguien a quien ni la Universidad científica enriqueció sus conocimientos ni la Universidad de la vida ennobleció su espíritu, pensara diferente; más, tu pueblo sabio te reconoció.
Doña Ida Olivares Jiménez, madre abnegada, entregada incondicionalmente a sus hijos, orgullosa de “Abelito” y “Jorgito” hoy 02 jóvenes profesionales; luchadora en su comunidad, su Centro de Madres y su pueblo, decente amiga; quienes te valoramos, te llevaremos siempre en nuestra mente y en nuestros corazones. Adiós.
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