LA PACIENCIA
Mi padre, ante situaciones interesantes solía lanzarnos
algunos refranes, entre ellos, algunos de su propia cosecha como aquella:
"no hay paciencia?, entonces ve a comprar donde don Juan Altez"!!!.
Cierta vez, alguno de mis hermanos al recibir esta
sentencia, presto acudió a la tienda de don Juan y luego del saludo de
rigor, preguntó: "don Juan, tiene
paciencia?" Extrañado y sensible
con la pregunta del niño, hizo que se acercara e inquirió sobre sus padres y
entablaron una bonita charla, incluyendo el tema de la paciencia.
En mi casa, habiendo llegado la hora del almuerzo,
extrañados por la ausencia del niño salimos todos a buscarlo, nadie lo hallaba.
Viviendo en Ticticoto, difícilmente podíamos pensar que se alejara mucho, salvo
mi madre que pensó en el parque y se dirigía allí; cuando lo vio feliz cogido
de la mano de don Juan, comiendo un chupete caminando hacia mi casa,
"Tiene un hijo encantador y muy inteligente señora", le dijo, al
mismo tiempo que acariciaba la cabeza del pequeño y contaba la hazaña.
Esta anécdota, fue chacota para mi hermano por
bastante tiempo; pero él muy hábil, superando la burla, con el tiempo la hizo
común entre los amigos: si de cualidad alguna adolecías te enviaba donde don
Juan, a quien cariñosamente conocíamos como "Chashpush" (en
cristiano, sancochado), quién tenía su tienda en la calle principal y era una
persona muy activa por el bien de su pueblo.
Pasaron años de este suceso y para algunos la
paciencia se había devaluado. En uno de estos, llegó la época de las canicas,
deleite para niños y adolescentes el de “chuncar” las bolas. Todo el mundo jugaba
en “el pinto”, donde unos ganaban y perdían
mientras que otros solo perdían. De estos últimos era "Quipy", mi
vecino, pequeño aun, al que no titubearon en recomendarle que fuera a comprar
"puntería" donde don Juan.
Presuroso, deseoso de recuperar las canicas perdidas,
Quipy llegó a la tienda y casi agitado por la carrera preguntó: "don Juan,
tiene puntería?", qué? contestó don Juan, quien ya venía perdiendo la
audición; con mayor volumen y acercándose, el niño le dijo: vende puntería?. En
el acto fue cogido de las orejas y llevado a su casa y en el acto también,
desaparecieron los niños dejando el pinto libre quien por algunos días añoraba
el bullicio de los chuncadores. Don Juan, ya no vendía paciencia... (JIQE).