Mi tierra Cajatambo, un pueblo apacible,
de bella naturaleza, de gente hospitalaria y sencilla; es una de la 10 provincias de la Región Lima-provincias. Se llega aquí, viajando por la
Panamericana Norte, a 5 minutos de Pativilca hay un desvío a la derecha, que
señala Cajatambo “Posada de los
dioses”; suelo decir con entusiasmo.
Me enorgullezco de su música, sus
noches de serenata y de huaylashadas. Suelo contar, que al son de huaynos un
tanto melancólicos, habla el amor por la prenda amada en una dulce serenata y
luego al compás de bellas huaylashadas , guitarras, mandolinas y canto se
encuentra la alegría recorriendo las calles de canto a canto, de Antay a Tambo.
También me enaltezco, con gran
sentimiento, de las tradiciones y costumbres, cultura viva que mantiene incólume
la identidad del cajatambino; sus carnavales, sus negritos, sus Wancos, sus
pallas, sus tardes taurinas; que ennoblecen el alma del poblador común y
corriente, que a gritos pide apoyo, en innumerables proyectos que desarrollen
Cajatambo.
Igualmente, qué orgullo siento,
cuando de gastronomía se trata. Quién no ha oído mencionar a “la sopa de piedra”?
y quién con mucha sapiencia no ha corregido alguna vez y dicho “pari”?, luego
explicado en qué consiste o más aún, cuál es su origen?. Hablar del sabroso
picante de cuy, del locro, de la chicha en caldo, del mutilushtu, del relleno
de chancho, etc. realmente todo un arte culinario el que se tiene.
Pero en los últimos tiempos, me
enorgullecía singularmente, de sus tardes taurinas de moña y capa. En un mundo
que cada vez rechaza la violencia, venga de quien venga; donde las corridas de
toro de sangre y arena tienen cada vez menos adeptos, Cajatambo tenía un modelo
de costumbre civilizada y humana, como diría Arguedas era el Toro pukllay, que
a todos solazaba de alegría y de dolor con las cojidas.
Me gustaba motivar a los amigos y
amigas a gozar de esta costumbre de toreo limpio y de valentía, que en honor a
Marìa Magdalena, los residentes Cajatambinos en Lima suelen festejar; “ni Acho
ha podido violentar esta costumbre pacífica de mi pueblo”, incidía más. Y éste do
mingo 13 de Julio del 2014, no pude ir a la corrida en el Yawar Toro pero motivados
03 amigos asistieron, con mi consejo de que “en la tierra que fueres has lo que
vieres”. Feliz transcurría el día, fascinados con la exquisitez del pari, la
belleza de las damas, la buena música y el juego de los toreros y toros.
Ya más tarde,optaron por
retirarse, los toreros de luces cumplirían su faena, dando muerte al noble toro, me llamaron
para decirme “…al parecer han roto con la costumbre de tu pueblo, dado que mucha
gente abucheaba…”. Me quedé un tanto entristecida, pensando en otros tiempos,
en tantos cambios suscitados, buenos y malos, dependiendo desde donde se la
mire…
Recordé, que cuando éramos más
sencillos, nuestros hermanos levantaban las barandas en la plaza, que era todo
un rito de trabajo y alegría. Luego por las noches, a ritmo de caja y pito,
feliz discurría la noche en el “baranda gahuay” (cuidado de las barandas). En
el día, las corridas eran momentos de alegría y a veces angustia; además era un
compartir, donde el oferente de la tarde, se confundía con el pueblo y éste agradecía
el cumplimiento con hurras y abrazos.
Luego fuimos cambiando las
costumbres o quizás como diría Atahualpa Yupanqui, “disfrazándola, que es peor”,
hasta llegar a esto: una corrida de toros de sangre y arena, una corrida sin
alma, perdiendo nuestra peculiaridad, no hay “toro pukllay” con muerte
intencionada y créanme, eso no nos hace mejores, ni más Taurinos, modernos, ni
vanguardistas.
Caray! es que a veces el encuentro con don dinero transforma a la gente y los vuelve soberbios y arrogantes no importándoles siquiera los valores de su pueblo; aunque dice un adagio, “El dinero no cambia a la gente, la muestra tal cual es”. Mi tierra, te están cambiando o te han disfrazado que es peor…