Radio Cajatambo

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domingo, 20 de julio de 2014

MI TIERRA, TE ESTÁN CAMBIANDO O TE HAN DISFRAZADO QUE ES PEOR

Mi tierra Cajatambo, un pueblo apacible, de bella naturaleza, de gente hospitalaria y sencilla; es una de la 10 provincias de la Región Lima-provincias. Se llega aquí, viajando por la Panamericana Norte, a 5 minutos de Pativilca hay un desvío a la derecha, que señala Cajatambo “Posada de los dioses”; suelo decir con entusiasmo.


Me enorgullezco de su música, sus noches de serenata y de huaylashadas. Suelo contar, que al son de huaynos un tanto melancólicos, habla el amor por la prenda amada en una dulce serenata y luego al compás de bellas huaylashadas , guitarras, mandolinas y canto se encuentra la alegría recorriendo las calles de canto a canto, de Antay a Tambo.

También me enaltezco, con gran sentimiento, de las tradiciones y costumbres, cultura viva que mantiene incólume la identidad del cajatambino; sus carnavales, sus negritos, sus Wancos, sus pallas, sus tardes taurinas; que ennoblecen el alma del poblador común y corriente, que a gritos pide apoyo, en innumerables proyectos que desarrollen Cajatambo.



Igualmente, qué orgullo siento, cuando de gastronomía se trata. Quién no ha oído mencionar a “la sopa de piedra”? y quién con mucha sapiencia no ha corregido alguna vez y dicho “pari”?, luego explicado en qué consiste o más aún, cuál es su origen?. Hablar del sabroso picante de cuy, del locro, de la chicha en caldo, del mutilushtu, del relleno de chancho, etc. realmente todo un arte culinario el que se tiene.

Pero en los últimos tiempos, me enorgullecía singularmente, de sus tardes taurinas de moña y capa. En un mundo que cada vez rechaza la violencia, venga de quien venga; donde las corridas de toro de sangre y arena tienen cada vez menos adeptos, Cajatambo tenía un modelo de costumbre civilizada y humana, como diría Arguedas era el Toro pukllay, que a todos solazaba de alegría y de dolor con las cojidas.

Me gustaba motivar a los amigos y amigas a gozar de esta costumbre de toreo limpio y de valentía, que en honor a Marìa Magdalena, los residentes Cajatambinos en Lima suelen festejar; “ni Acho ha podido violentar esta costumbre pacífica de mi pueblo”, incidía más. Y éste do mingo 13 de Julio del 2014, no pude ir a la corrida en el Yawar Toro pero motivados 03 amigos asistieron, con mi consejo de que “en la tierra que fueres has lo que vieres”. Feliz transcurría el día, fascinados con la exquisitez del pari, la belleza de las damas, la buena música y el juego de los toreros y toros.

Ya más tarde,optaron por retirarse, los toreros de luces cumplirían su faena, dando muerte al noble toro, me llamaron para decirme “…al parecer han roto con la costumbre de tu pueblo, dado que mucha gente abucheaba…”. Me quedé un tanto entristecida, pensando en otros tiempos, en tantos cambios suscitados, buenos y malos, dependiendo desde donde se la mire…

Recordé, que cuando éramos más sencillos, nuestros hermanos levantaban las barandas en la plaza, que era todo un rito de trabajo y alegría. Luego por las noches, a ritmo de caja y pito, feliz discurría la noche en el “baranda gahuay” (cuidado de las barandas). En el día, las corridas eran momentos de alegría y a veces angustia; además era un compartir, donde el oferente de la tarde, se confundía con el pueblo y éste agradecía el cumplimiento con hurras y abrazos.

Luego fuimos cambiando las costumbres o quizás como diría Atahualpa Yupanqui, “disfrazándola, que es peor”, hasta llegar a esto: una corrida de toros de sangre y arena, una corrida sin alma, perdiendo nuestra peculiaridad, no hay “toro pukllay” con muerte intencionada y créanme, eso no nos hace mejores, ni más Taurinos, modernos, ni vanguardistas.

Caray! es que a veces el encuentro con don dinero transforma a la gente y los vuelve soberbios y arrogantes no importándoles siquiera los valores de su pueblo; aunque dice un adagio, “El dinero no cambia a la gente, la muestra tal cual es”. Mi tierra, te están cambiando o te han disfrazado que es peor…




Judith Quinteros

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Latino americana, Lima, Peru
Soy peruana, madre de Illa Antonio y de Urpi Judith. Soy ingeniera de profesión y vivo enamorada del amor, de la lucha, del cambio y de la esperanza y entonces también suelo decir: amo el canto, porque asi, el cantar tiene sentido, entendimiento y razón.

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